sábado, 30 de agosto de 2014

The General

En 1895 los hermanos Lumière proyectaran ante un sorprendido público cuatro pequeños fragmentos de corte documental, dando a conocer la técnica cinematográfica, pero es un año después cuando un fabricante de juguetes, inventa el espectáculo cinematográfico contando historias de ficción con el uso de actores, decorados e incluso efectos especiales, creando nuevas técnicas con las que sorprender a los espectadores e incluso inventado algunos de los diferentes géneros que hoy conocemos, se trata del genial, innovador, visionario y creador George Méliès.

Elegir la película con la que empezar este foro de entre la apabullante cantidad de títulos creados  en los más de cien años de la historia del cine podría resultar mareante. Sin embargo para mi la decisión resulta bastante sencilla ya que es mi película favorita desde que tengo memoria y a la postre una obra maestra del cine y una de las mejores películas de todos los tiempos, no es otra que “The General”, “El Maquinista de La General” en España, del inconmensurable y para mi el mejor Director-Actor de todos los tiempos, el señor Buster Keaton, al que dedicaré una entada específica en este blog más adelante.



Orson Welles dijo de “The General” de Keaton, es la mejor comedia hecha jamás, la mejor película de la guerra civil hecha jamás y tal vez la mejor película hecha jamás.

El joven Joseph Frank Keaton VI con solo 30 años se encontraba en la plenitud de su carrera. Ya acumulaba en su haber el protagonismo de casi treinta películas entre largos y cortos y los grandes estudios se peleaban por tenerlo en sus filas. Transcurrían los locos años 20 y el genial artista y creador, el gran maestro de la comedia física, con una expresión impasible y totalmente estoica que le hizo ganarse el apodo de “cara de piedra”, más conocido como Buster Keaton se había convertido en uno de los comediantes más famosos del mundo.

Keaton acababa de terminar el rodaje de “Battling Butler” (En España “El Boxeador”, o también “El último round”), film del que el exitoso escritor de comedias Clyde A. Bruckman quedó impresionado por el talento y la capacidad de Keaton. Tanto fue así que acudió raudo a casa del actor con una historia debajo del brazo que estaba seguro le interesaría. En ese momento Keaton estaba unido por contrato con el productor Joseph M. Schenck que estaba enormemente satisfecho con los últimos éxitos cosechados por el genial Keaton, tanto que Schenck Presidente de United Artists, le otorgaba libertad absoluta creativa en sus proyectos. Estos tres elementos Bruckman, Schenck y Keaton, convergieron como no podía haber sido mejor, en el momento y lugar preciso para dar como resultado lo que se convertiría en esta obra maestra.

El libro que mostró Clyde A. Bruckman a Keaton era Daring and Suffering: A History of the Great Railway Adventure (Audacia y sufrimiento: Una historia de la gran aventura ferroviaria)  un hecho autobiográfico escrito por William Pittenger publicado en 1863, basado en un hecho real sucedido durante la guerra civil. Keaton, que además era gran enamorado confeso del ferrocarril, no tardó mucho en apreciar el potencial de la historia. Parece que ambos estuvieron de acuerdo en las bondades del texto y no tardaron en convencer al productor Schenck, que altamente optimista a tenor de los resultados de los últimos trabajos de Keaton, no dudó en permitirle gozar de un tremendo presupuesto sin precedentes para la época cercano al millón de dólares.

El libro fue adaptado para la película por Bruckman y Keaton siendo este último el que produciría, dirigiría y protagonizaría el film. Keaton inició su trabajo en el proyecto alrededor de un año antes de empezar el rodaje, dado la complejidad técnica así como la minuciosidad de Keaton en su labor. Como detalle, durante este tiempo entre otras cosas llego a conocer todas las piezas de la locomotora.

Desde un principio del rodaje en los bosques de Oregón se vislumbraba que el gigantesco presupuesto estaba más que justificado ya que Keaton siempre hacia gala de una extrema minuciosidad así como un grandísimo conocimiento del medio y del lenguaje cinematográfico, utilizando la técnica más adecuada en cada momento. Esta obsesión por la verosimilitud en todas las escenas, obligaban al estudio de estas para ofrecer al espectador las imágenes mas fieles y reales posibles, sin importar el coste económico para conseguir una secuencia creíble. Un detalle de ello es el hecho de que Keaton intentó utilizar la autentica locomotora de la historia real para la película, pero no se lo permitieron al ser considerado un elemento histórico, esto no fue problema para Keaton y hizo adaptar dos unidades hasta convertirlas en replicas exactas, que funcionaban de forma idéntica (alimentación con leña incluida) a las locomotoras que intervinieron en la historia real en 1860, además aprendió a manejarlas con total precisión. Todo, vestuario, atrezo, decorados, cualquier elemento que aparece en la película busca ser fiel reflejo de la época en la que se ambienta.

De igual forma, en su búsqueda de realismo, Keaton protagoniza todas las escenas de riesgo y no admite el uso de dobles incluso en las escenas mas arriesgadas. Realizó todas las exigencias físicas peligrosas, saltar desde la locomotora al vagón de carga, sentarse en la horquilla delantera de la máquina mientras despeja de traviesas la vía, correr a lo largo del techo de los vagones. Otra de ellas, aparentemente sencilla pero de enorme complejidad, es cuando el protagonista está sentado en la biela de la locomotora que empieza a avanzar. La confianza de Keaton en el maquinista tubo que ser absoluta, por que la acción exigía un magnifico tacto por parte de este, ya que si las ruedas llegaban a patinar el actor sufriría gravísimas consecuencias. Al parecer Keaton ordenaba a sus cámaras rodar hasta que él gritara corten, o bien muriera. Como hemos dicho Keaton adoraba los trenes, aunque queda claro que adoraba aún más el cine cuando no tubo reparos en tirar una de las locomotoras reales al lecho del rio Oregón y con ella más de 42.000 dólares de la época, escena que se ha convertido en la mas cara de la historia del cine, alrededor de un millón ochocientos mil de ahora, a la vez de convertirse en el clímax de la película.




El rodaje de “The General” culminó en agosto de 1926.

El film cuenta la historia de Johnnie Gray (Buster Keaton), un maquinista de ferrocarril apasionado de los trenes y de su novia Annabelle Lee (Marion Mack). La relación de ambos transcurre dulcemente hasta que se desencadena la guerra civil entre norte y sur. Anabelle pide entonces a su novio que se aliste en el ejercito para luchar contra los norteños de la Unión, al igual que hacen la mayoría de ciudadanos del sur. Johnnie corre a alistarse pero pese a su determinación, que le lleva incluso a intentar alistarse a escondidas, termina tristemente frustrado al no ser admitido. Los reclutadores consideran que puede ser mucho más valioso para la causa continuar desempeñando su profesión. Sin embargo el padre y el hermano de Annabelle lo creen un cobarde cuando no accede a unirse a ellos en la cola para ser reclutados y decide alejarse. Tras esto Annabelle no atiende a las explicaciones de Johnnie al que a partir de entonces le retira la palabra, hasta que no lo vea vestido de uniforme, dejando desolado al protagonista.

Transcurre un año, la vida de los dos protagonistas vuelve a cruzarse. Annabelle viaja para visitar a su padre que ha sido herido y lo hace en el tren que maneja Johnnie, al que aún no ha perdonado. Durante el viaje el comboy realiza una breve parada, esta es aprovechada por un grupo de espías de la Unión para robar el tren, para desesperación de Johnnie que ve como su amada de metal se aleja. Unos instantes después los secuestradores descubren como accidentalmente una persona ajena permanece en la locomotora, se trata de Annabelle, hecho que los soldados aprovechan para hacerla prisionera. Johnnie armado de una determinación y confianza absoluta se lanza en solitario, utilizando todos los medias a su alcance, a la aventura de recuperar su locomotora sin saber aún que su otro amor, también viaja en ella.

A partir de ese momento transcurre una emocionante y espectacular persecución en la que Johnny tendrá que hacer frente a diferentes situaciones que pondrán a prueba tanto sus habilidades como su ingenio y valentía dando pie a algunas de las más memorables escenas de la historia del cine. En su frenética persecución logra incluso colarse al otro lado de las líneas enemigas donde por fin consigue reunirse con su querida locomotora al mismo tiempo que recupera a su amada Annabelle.







      




Casualmente durante su estancia en zona enemiga llega a conocer los planes secretos de la Unión, por lo que Johnnie se ve obligado de nuevo a marchar a toda prisa, en este caso a la inversa, para avisar a los suyos del peligro que corren, de nuevo se traduce en una nueva y maravillosa persecución, tras la cual consigue llegar a campo amigo e informar al comandante de las intenciones norteñas, lo que da una ventaja crucial al ejercito sudista.

Tras la batalla Johnnie se siente desplazado y apartado de las celebraciones, ya que pese a su heroica hazaña sigue sin ser un soldado. Por lo que va de nuevo a reunirse con su querida locomotora, en la que encuentra sin quererlo a un oficial de la Unión que había noqueado anteriormente y lo toma como prisionero. Este hecho es observado por el general sureño, que toma formalmente al unionista bajo custodia. Como recompensa Johnnie es convertido en teniente del ejercito y recupera el amor de su amada en la última y memorable escena del film.




La película culminó su rodaje en agosto de 1926. Ya en diciembre se realizó un pase privado y finalmente fue estrenada al público el 5 de febrero de 1927.   

Keaton fiel a su característica interpretativa aparentemente inexpresiva consigue ofrecer a su personaje una cantidad de emociones muy difícil de igualar, haciendo gala de una magistral interpretación que consigue transmitir un grandísimo repertorio de sentimientos deliciosos sin prácticamente mover su rostro. Un autentico genio que hace que su cinta rebose de acción, comicidad y una humanidad entrañable.

La película funciona como un engranaje perfecto, nada sobra ni falta y es de una perfección técnica apabullante. Desde el exquisito montaje  hasta la minuciosa composición fotográfica, todo en el film funciona con la precisión de un reloj suizo. No es otra película de sucesión de gags propias de la época, si no que estos están perfectamente articulados e integrados en la trama general derivando de forma natural del desarrollo de la misma. El ritmo y el equilibrio aportado resultan magistral. En definitiva una película divertida, entretenida y que engancha de principio a fin. Quien puede decir eso hoy en día.

La historia del patoso, despistado y aparentemente débil personaje de Keaton que se enfrenta en solitario al ejercito de la Unión solo con el propósito de rescatar a sus dos amores, es sin duda la obra maestra de un genio de la actuación calificada por el propio Keaton como la mejor de su carrera y por el resto del mundo como una de las mejores de la historia.

Pese a las apabullantes razones para que la película fuese un éxito, los críticos en un nuevo alarde de conocimiento cinematográfico, la trataron injustamente, valorando duramente al actor y director. De once periódicos ocho fueron frontalmente beligerantes contra la cinta, dos la trataron discretamente y solo uno lo reconoció como la obra maestra que realmente es. Pese a la aceptable acogida inicial por parte del público, la aireadas críticas supusieron que la película se convirtiera en un fracaso comercial, tras lo cual, el film  no pudo recuperar el enorme costo de producción hasta que fue explotada en otros países, aunque nunca generó beneficios y fue considerada un desastre económico por United Artist. Desgraciadamente este hecho desembocó en el recorte drástico de las libertades artísticas y creativas de Keaton que perdería su independencia económica en el futuro y entraría en una período más oscuro. La película pasó décadas olvidada.

Hasta muchos años más tarde Keaton no recuperaría el favor del público y de la critica y sus obras serían recuperadas y restauradas. Aunque no es tarde para reconocer el genio de un creador, me pregunto cuantos obras maravillosas  hemos perdido si a Keaton no se le hubiera despojado de su libertad en el momento cumbre de su carrera. Claramente es una película adelantada a su tiempo, que los prejuicios de algunos trataron injustamente por razones tan ruines como la elección del bando perdedor para el protagonista, o tratar con tono cómico la guerra civil, o no poder clasificarla como comedia o drama.

Años más tarde la película fue considerada la mejor representación de la guerra civil americana por encima de “Lo Que el Viento de Llevo”, preguntado sobre esto al propio Keaton dijo, “"mientras unos recurren a las novelas para encontrar argumentos, otros recurren a la Historia"

Por fin la Academia reconoce la incalculable aportación de Keaton al séptimo arte y le haría entrega de un oscar honorifico en 1959.

Hasta sus últimos días Keaton estuvo disfrutando como un niño pequeño de su amor al ferrocarril, jugando en la maqueta de enormes dimensiones instalada en su casa, donde a buen seguro rememoraba los entrañables momentos del mejor trabajo de su vida. La absoluta belleza de la sutilidad de los expresiones que residía en el rostro inmutable de aquel hombre que nunca reía y que sin embargo consiguió hacernos reír y disfrutar a muchos, nos dejo el 1 de febrero de 1966.

Fernando Trueba dijo “El cine de Keaton es el Paraíso....... todo en él es transparencia, es la inocencia de la imagen. Es el mayor grado de elaboración y sofisticación a que puede aspirar el Arte, sin dejar de ser primitivo. ......... Sus gags no son solo chistes visuales, son literatura de la mejor, poesía en su más puro estado, desprovista de cualquier atisbo de cursilería, tan habitual en los cómicos de la época”.













Gracias señor Keaton por hacerme amar el cine.

miércoles, 27 de agosto de 2014

¿Por que “En la oscuridad de la sala”?

Desde que tengo memoria me ha fascinado el mundo del cine.

Aún recuerdo como cuando era niño, cada día tras volver del colegio, lo primero que hacia era coger mi pequeña bici y pedalear a toda prisa en dirección a la sala de cine del barrio. Durante el trayecto imaginaba emocionado cual podría ser el próximo estreno, que película nueva me aguardaba para ser vista. Llegaba jadeante a aquel amplio ventanal que se abría junto a la entrada de la sala, que los empleados del cine usaban a modo de escaparate y donde se mostraban en unos expositores de madera, las carteleras de las películas del día y las que se esperaban para los próximos, además de algunas colecciones de fotografías donde se podían apreciar diferentes escenas de las mismas. Allí me quedaba durante largos minutos escudriñando cada milímetro de aquellas fotografías, con la intención de adivinar que pasaba en la escena representada, que hablaban los personajes, que ocurría justo antes y después de esa instantánea.

De vuelta en casa recuerdo la sensación de lo lentas que transcurrían las horas de espera para que las puertas de la sala se abrieran. Cuando por fin llegaba el ansiado momento, salía en dirección al cine a la carrera y acudía lleno de impaciencia a aquella pequeña ventanilla de la taquilla mucho antes de que esta abriera. Delante de aquella puertecita cerrada aguardaba pacientemente hasta que la emoción volvía a dispararse al ver el movimiento de los empleados que se preparaban en la entrada. Por fin la ventanita se abría y la taquillera me daba el ansiado ticket a cambio de unas monedas. Ya solo quedaba un último trámite, le entregaba el pequeño ticket de papel amarillento al empleado que lo cortaba  por la mitad, permitiéndome con esta acción acceder al interior de un mundo nuevo y emocionante. Apartaba las gruesas y pesadas cortinas que cubrían la entrada a la inmensa sala y me dirigía a mi butaca preferida, mientras miraba de reojo hacia las pequeñas ventanas de la cabina de proyección donde el operador se afanaba para poder dar de nuevo, un día más, inicio a la magia. Me hundía en el confortable asiento y aguardaba anhelante. Cuando la luz se apagaba, en la oscuridad de la sala, empezaba a escucharse el hipnótico ronroneo de los metros de película pasando por el proyector y un cañón de luz empezaba a iluminar la pantalla, un hormigueo recorría la totalidad de mi cuerpo de pies a cabeza erizándome la piel y todo lo que me rodea desaparecía para trasladarme al otro lado de la tela junto a  todos aquellos rostros con los que vivía mil y una aventuras.

Mi joven imaginación volaba libremente acompañando a los héroes en sus heroicas aventuras trufadas de peligros. Sufriendo con los reveses y dificultades de los protagonistas. Asustándome de espíritus, asesinos, muertos u otros entes obsesionados con hacer el mal. Riéndome con los chistes y situaciones cómicas de simpáticos personajes. Llorado con las tragedias y las duras emociones a las que tenían que hacer frente aquellos a los que apreciaba. Incluso enamorándome de mas de una atractiva protagonista. He viajado en el tiempo y en el espacio, visitando miles de lugares en este y otros planetas, he conocido a miles de personas y otros seres extraños. Los he acompañado a todos compartiendo con ellos sus aventuras y sus emociones.

Pero por desgracia, todas esas agradables emociones resultaban para mi muy efímeras. Lo peor llegaba cuando se encendían la luces de la sala sacándome de la placentera fantasía y haciéndome volver a la realidad de cada día. Sin embargo había una parte enormemente positiva, ya que podía repetir la experiencia cuando quisiera y tantas veces como quisiera. Es en este punto cuando el cine pasa a convertirse para mi en una especie de adicción, conduciéndome a devorar películas sin parar. Son miles y miles las que pasan a través de mi retina grabándose en mi cerebro durante todos estos años. Desde el cine mudo hasta las últimas novedades, pasando por todos los géneros, todas las nacionalidades, todas las épocas.

Mi interés no quedó solo en el visionado, quería saber más, mucho más, quería conocer todos los secretos, las técnicas, quería aprender todo lo posible de lo que pasaba tanto en la pantalla como detrás de la cámara, por lo que leía todo lo que estaba a mi alcance sobre este apasionante mundo, sobre este arte.


40 años después de que mis padres me llevaran por primera vez a una sala de cine y me inocularon la adicción más placentera, la pasión por seguir viajando a través de la pantalla a vivir nuevas aventuras y emociones no se ha apagado.